martes, 31 de diciembre de 2013

Luis Cernuda. Soledad y recuerdo



No quería que acabase el año sin una alusión a uno de los más grandes poetas españoles, a Luis Cernuda. No solo porque se celebrase en este transcurrido 2013 el 50 aniversario de su muerte, sino también por una cuestión de justicia literaria. No pretendo presentar ningún tipo de estudio sobre el autor o su obra, simplemente deseo recordar al poeta, aunque sea a través de una entrada, que por tratarse del último día del año en el que transcurre la susodicha celebración, ya me atrevo a denominar como entrada last minute.
Siempre me ha parecido que de sus versos se desprendía la voz de un poeta tremendamente solo. Es la soledad de Cernuda una voz huérfana que no cesa de bucear más allá de los confines del yo. Tal vez esa sensación se perciba más que en otros momentos (aunque siempre presente), a partir de los años del exilio norteamericano (desde 1947), cuando enseña literatura en la universidad para mujeres Mount Holyoke College, en el Estado de Massachusetts. La nieve cubre las calles y encierra al poeta durante largos meses. Parece que su exilio se multiplica: exilio político-social, exilio en su condición sexual y el exilio que impone el duro clima, tan opuesto al clima andaluz. El contraste, que no logra borrar la intensidad de la solitud, se percibe en sus viajes a México, que se inician en 1949 y se continúan en las vacaciones de 1950 y 1951, para establecerse definitivamente en 1952. Será allí, en 1951, cuando conocerá a Salvador Alighieri, de quien se enamorará. También es en México donde termina su poemario Con las horas contadas (1950-1956), que posteriormente  incluirá Poemas para un cuerpo (1957).


Salvador

Sálvale o condénale,
porque ya su destino
está en tus manos, abolido.


Si eres salvador, sálvale
de ti y de él; la violencia
de no ser uno en ti, aquiétala.

O si no lo eres, condénale,
para que a su deseo
suceda otro tormento.

Sálvale o condénale,
pero así no lo dejes
seguir vivo, y perderte.

Poemas para un cuerpo

México representa para el poeta volver a contactar con su mundo, con su lengua, así como el reencuentro con el amor. Hispanoamérica se convertirá durante esos años en una constante en su vida: México y Cuba. Se trata de la antítesis frente al frío mundo de las aulas norteamericanas, frente al aislamiento temporal, espacial y emocional; así lo manifiesta en la carta, como indica Andrés Sorel, que escribirá el poeta a María Zambrano, quien la recibe en La Habana:
Toda la hiel del mundo no es tan amarga como esa necesidad mía de volver aquí. El horror que me inspira todo esto es indecible. Mi estancia en México y Cuba se va convirtiendo en irrealidad y este limo flácido, esta tripa hueca que son los Estados Unidos, tapa y borra el mundo maravilloso de por ahí fuera.
Tanta era la desafección con su entorno en EE. UU., que, finalmente, en 1952 renuncia a su plaza de profesor en Mount Holyoke College, para instalarse al fin en México.
En ese mismo año, todavía en Estados Unidos, Luis Cernuda escribirá un libro de poemas en prosa, como fue Ocnos (1949), que se titulará Variaciones sobre tema mexicano. Christina Karageorgou, en su trabajo Poesía y patria en Variaciones sobre tema mexicano de Luis Cernuda, concluye de la siguiente manera:
Pero Cernuda plasma aquí una nueva ética de lo homogéneo, despojando al yo peninsular de su pasado imperial, al poeta, de su agencia mesiánica, al amante, de su esperanza de poseer al amado.
En definitiva, es la triple soledad, es el triple desamparo lo que lleva al poeta a la composición de versos en los que, como último recurso para paliar un sentir que empieza a no tener nombre, manteniéndose en la frontera entre el dolor y el sarcasmo, se dirige a Dios.

Y cuánto te importuno,
Señor, rogándote me vuelvas
lo perdido, ya otras veces perdido
y por ti recobrado para mí, que parece

imposible guardarlo.

Nuevamente
llamo a tu compasión, pues es la sola
cosa que quiero bien, y tú la sola
ayuda con que cuento.

Mas rogándote
así, conozco que es pecado,
ocasión de pecar lo que te pido,
y aún no guardo silencio,
ni me resigno al fin a la renuncia.

Tantos años vividos
en soledad y hastío, en hastío y pobreza,

trajeron tras de ellos esta dicha,
tan honda para mí, que así ya puedo
justificar con ella lo pasado.


Por eso insisto aún, Señor, por eso vengo
de nuevo a ti, temiendo y aún seguro

de que si soy blasfemo me perdones:
devuélveme, Señor, lo que he perdido,
el solo ser por quien vivir deseo.

Con las horas contadas




http://amediavoz.com/poetas.htm (voz de Luis Cernuda)

República de las letras. Revista de la Asociación Colegial de Escritores de España. Nº 131.

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