Luis de Góngora (1580)
La
más bella niña
de
nuestro lugar,
hoy
vïuda y sola
y
ayer por casar,
viendo
que sus ojos 5 a la
guerra van,
a su
madre dice,
que
escucha su mal:
«Dejadme llorar
Orillas del mar. 10
»Pues
me distes, madre,
en
tan tierna edad
tan
corto el placer,
tan
largo el pesar,
y me
cautivastes 15
de
quien hoy se va
y
lleva las llaves
de
mi libertad,
Dejadme llorar
Orillas del mar. 20
»En
llorar conviertan
mis
ojos, de hoy más,[1]
el
sabroso[2]
oficio
del
dulce mirar,
pues
que no se pueden 25
mejor
ocupar,
yéndose
a la guerra
quien
era mi paz,
Dejadme llorar
Orillas del mar. 30
»No
me pongáis freno
ni
queráis culpar,
que
lo uno es justo,
si
me queréis bien, 35
no
me hagáis mal;
harto
peor fuera
morir
y callar,
Dejadme llorar
Orillas del mar. 40
»Dulce
madre mía,
¿quién
no llorará,
aunque
tenga el pecho
como
un pedernal,
y no
dará voces 45
viendo
marchitar
los
más verdes años
de
mi mocedad?
Dejadme llorar
Orillas del mar. 50
Váyanse
las noches,
pues
ido se han
los
ojos que hacían
los
míos velar;
váyanse,
y no vean 55
tanta
soledad,
después
que en mi lecho
sobra
la mitad.
Dejadme llorar
Orillas del mar».60
Contextualización
Barroco
Corrientes
poéticas
Culteranismo
Poesía
culta y poesía tradicional
Introducción
El autor del poema es Luis de Góngora y Argote (1561-1627).
La fecha de composición es la de 1580. Aunque solemos ver en Góngora al autor
barroco por excelencia, lo es también de numerosos poemas de corte popular,
alejados de la estética barroca. El ejemplo que vamos a comentar pertenecería
al segundo grupo.
Tema
Los lamentos de una joven ante su madre porque el amado se
va a la guerra; a pesar de que la estrofa introductoria se sitúe en un momento posterior, cuando ya el joven ha muerto.
Estructura externa
Se trata de un poema de versos cortos, si distante de la
vertiente más oscura y compleja de Góngora, al mismo tiempo, alejado de los
metros de origen italiano; es decir, no se trata de una creación característica
de la poesía culterana, sino que por el contrario, se trata de versos con
características que enlazan con cierta tradición lírica de carácter popular, como así entendemos por una serie de elementos, desde el tratamiento temático: la joven que le cuenta a su madre la pena de amor, pasando por el verso corto, la asonacia y el estribillo.
La
composición se estructura en seis estrofas cuyos dos últimos versos de cada una
de ellas forman el estribillo. Los versos son hexasílabos y la rima es asonante
en los versos pares, quedando sin rima los impares, salvo en el
estribillo, que resulta ser un pareado, pero con rima consonante. Por todo
ello, podemos afirmar que los presentes versos de Góngora forman un romance
corto, también conocido como romancillo. La estructura métrica quedaría así: ─,
a, ─, a, ─, a, ─, a, a, a.
Estructura interna
La composición se divide en dos partes. En la primera, que
se corresponde con la primera estrofa, se nos habla desde el final de lo
acontecido. Está escrita en tercera persona, como si un narrador nos
introdujera al personaje que después expondrá su situación. En esta primera
parte se nos presenta a la joven que se lamenta; es más, se nos comunica el
porqué de la desgracia de la muchacha. En la segunda parte del poema nos
encontramos con el resto de los versos, en los que siempre le habla la joven a
su madre, en primera persona, sobre la pena que la está acongojando. Esta
segunda parte se podría dividir en dos subapartados, uno para la segunda
estrofa, donde leemos el reproche hacia la madre, pues, probablemente, ella
sería quien propondría esa relación entre la joven y el muchacho que ahora se
va a la guerra, y que se interrumpe; y el segundo subapartado, hasta el final,
donde leemos el propósito de mantener la pena, como si fuera parte del luto, o bien se tratase de una
forma de no querer resignarse ante el destino; de ahí el derecho a llorar, aunque sea infructífero.
Análisis
Se trata de un poema con características que arraigan en la
tradición popular de la poesía española. La escena de una joven exponiendo su
pena de amor ante la madre tiene un origen que nos remonta hasta los siglos X y
XI, con las jarchas y, posteriormente, con las cantigas de amigo
galaico-portuguesas, entre otras manifestaciones líricas.
Desde los
primeros versos vemos que se nos habla desde una situación final: «Hoy viuda y
sola» (v. 3), aun así, sin transición, los versos nos sitúan en los
momentos anteriores, que explicarán el presente.
Destaca en
la primera estrofa la antítesis de los versos 3 y 4: «Hoy viuda y sola/ Y ayer
por casar». Con este recurso el autor pretende mostrar la volatilidad del
tiempo. Incide en el paso veloz de unas circunstancias a otras, lo cual nos
llevaría a entender que, además de presentarnos la antítesis, también nos
presenta una hipérbole.
Otro
elemento destacado es la sinécdoque, presente en los versos 5 y 6: «viendo que
sus ojos/ a la guerra van». Los ojos son la parte que representan el todo.
Siendo los ojos, además, parte de ella, que se van con él. Son los ojos un
lugar lírico que recoge la sensibilidad, la expresión, la belleza y con la
vista, la vida; y todo en su conjunto lo que ella pierde.
Es en esta
estrofa donde encontramos el inicio del largo apóstrofe en el que la joven se
dirige a la madre, y que se continúa a lo largo de todo el poema.
Ya en la
segunda estrofa, y continuando con el apóstrofe, nos encontramos con cierta acumulación de
recursos en un par de versos (13 y 14). Destaca en ellos la utilización, de
nuevo, de la antítesis, que es a la vez, también estructura paralelística: «tan
corto el placer / tan largo el pesar» (vv. 13 y 14). Con ello se intensifica el
ritmo prosódico, con lo cual se acentúa el significado de las palabras que
utiliza el poeta para conmovernos.
Otro
aspecto destacado que aporta dramatismo a la historia de la muchacha es el que
incide en la juventud de la protagonista. Leemos: «en tan tierna edad» (v. 12).
Sabemos que la historia que se nos cuenta es triste, pero el poeta no pretende
ahorrarnos nuestra implicación como lectores. No se dice corta edad, sino «tierna», con todas las connotaciones que encierra
la palabra, lo que implica algunos semas más que aportan compasión hacia la protagonista del
suceso.
En toda la
estrofa las palabras de la joven intentan, en parte, culpar a la madre por las
desgracias que ahora está padeciendo. De ahí los versos: «Pues me distes,
madre» (v. 11 y siguientes), «y me cautivastes /de quien hoy se va» (vv. 15 y
16). Se entiende que la madre tuvo una implicación activa en la unión entre la
joven y quien se marcha a la guerra.
La
presencia del polisíndeton de los versos 15 y 17 aporta insistencia y énfasis,
a la vez que ralentiza lo que transcurre delante de nuestros ojos. Es parte de una enumeración
que incrementa, una vez más, a ojos de los lectores, la intensidad dramática. En esta misma
línea, valga la pena detenerse en las anáforas con el término, «tan», con el
término «de» y, retomando el polisíndeton, también, el término «y».
La estrofa
se cierra con una hipérbole que refuerza la idea central del dolor de la joven.
Leemos: «y lleva las llaves / de mi
libertad» (vv. 17 y 18).
En la tercera
estrofa, por una parte, la muchacha muestra la voluntad de sacrificarse, como
si con su llorar no solo quisiera expresar el dolor por una ausencia y su
renuncia al mundo; además, se trata de una manifestación de su inconformidad o
un punto de rebeldía por la ruptura que provoca la guerra. En realidad es una
actitud que ya está presente en el estribillo.
La estrofa
se estructura en un hipérbaton, cuyo orden lógico podría ser: «De hoy más (de
ahora en adelante), mis ojos conviertan el sabroso oficio del dulce mirar, en llanto».
De nuevo
nos volvemos a encontrar con la antítesis: «yéndose a la guerra / quien era mi
paz» (vv. 27 y 28). El contraste que se nos muestra se suma a la gravedad de la
situación con una considerable contundencia.
Consideramos
importante detenernos en el verso 24: «del dulce mirar». Llama la atención ese
sintagma en el que observamos la presencia de una sinestesia. Se pretende
mostrar la sensación propia de otros momentos más felices, que como tales, se
pueden suponer dulces; a partir de ahora, con la ausencia del ser amado,
dejarán de serlo.
Entrados ya
en la siguiente estrofa, la cuarta, podríamos pensar que la madre, aunque no
estén presentes sus intervenciones, intenta consolarla, a lo cual la joven
replica con los versos de esta serie. Cuando leemos: «que lo uno es justo, / lo
otro por demás.» (vv. 33 y 34), observamos que son versos bien nutridos de
significado. En las expresiones «lo uno» y «lo otro» no se mantiene un
antecedente claro, pero interpretamos que en «lo uno» se refiere a las palabras
de la madre, aunque no se lean, que se relacionarían con la posibilidad de
pedirle que ya no llorase; es decir, que no sufriera, equiparando llorar con sufrir; en «lo otro», lo asociamos a la firmeza en seguir llorando, es decir, manifestando su derecho a sentir el dolor; de ahí el énfasis en «por
demás». O sea, para la joven, el llanto es necesidad, como ya comentamos en lo
referente a la tercera estrofa.
Entre los
recursos utilizados en este fragmento, destaca una vez más el paralelismo. En
este caso nos encontramos con una doble estructura paralelística. El primero,
para los versos apuntados (33 y 34), y el segundo, para los dos versos
siguientes; así como la antítesis en los versos 35 y 36. Las dos estructuras
paralelas encierran, además, una antítesis, para reforzar el efectismo de los
versos. El paralelismo acentúa el ritmo, de esta manera se subrayan los
contenidos de los vocablos escogidos.
Antes
comentábamos la rebeldía de la mujer. En los últimos
versos de la estrofa parece que se corrobora la idea: «harto peor fuera / morir
y callar» (vv. 37 y 38).
Ya casi en el
final del poema nos encontramos con la quinta estrofa. Casi toda ella la abarca
una interrogación retórica. En la interrogación destacan sentimientos que ya
habían ido apareciendo a lo largo del poema. En esta estrofa se corrobora el
objetivo de conmover a quien escuchase la historia de la joven. Destaca el
símil «como un pedernal» para dirigirse a quien no se conmoviera. Ese
hipotético ser se sitúa en las antípodas de lo imaginable, pues es tal la
magnitud del dolor, que no puede existir alguien que no quede afectado.
En los tres
últimos versos presenciamos el uso de una imagen que nos traslada al mundo
vegetal. Se funde la fragilidad de las flores con la juventud de quien nos
habla. Repasamos «marchitar» y «verdes años». En ambos se entiende juventud y
lozanía, con lo cual resulta más injusta la separación y la consecuencia de la
guerra.
Se cierra
el poema con la sexta estrofa. Antes hablábamos de renunciar al mundo por parte
de la joven, y en esta estrofa se reafirma. También se retoma la palabra «ojos»
(v. 53), siendo utilizada como sinécdoque, con igual sentido que en versos de
más arriba.
Asimismo,
nos encontramos con una doble anáfora: «váyanse» y «los», que inciden en la
musicalidad de los versos, así como en la insistencia de la muchacha en mostrar
su dolorosa situación.
Estamos ante un poema que nos traslada a la lírica popular,
tanto en la forma, como en el tratamiento: habla una mujer, la presencia de la
madre, estribillo de amplias resonancias… La mujer no se resigna a vivir las
circunstancias presentes, por lo que se rebela con su llanto. Los recursos
destacados se repiten en diferentes ocasiones: paralelismo, antítesis, siempre
para resaltar el dolor, pues su esposo ha de ir a la guerra, así como su
rebeldía que se manifiesta en sus lamentos. Mención especial hay que dedicar a
la musicalidad, resaltada no solo con la rima, sino también en los paralelismos
y en las anáforas. Se trata, salvando las distancias temporales, de un poema antibelicista. Un poema que aunque se esgrime individualmente, sin un peso social destacado, no deja de manifestarse en contra de la guerra.
Webgrafía
Muchisimas gracias
ResponderEliminarExcelente análisis, muchísimas gracias!
ResponderEliminarhola muy bueno el análisis, pero alguien sabe ¿Por qué el autor escribió esta obra?
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