domingo, 25 de octubre de 2015

Tras un amoroso lance

Contextualización

Segunda mitad del S. XVI

Felipe II

Contrarreforma

Poesía mística

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Otras del mismo, a lo divino[1]

1 Tras de un amoroso lance                                        4  Cuanto más alto llegaba
y no de esperanza falto                                                de este lance tan subido
volé tan alto tan alto                                                     tanto más bajo y rendido
que le di a la caza alcance.                                            y abatido me hallaba
                                                                                      dije: No habrá quien alcance.
2 Para que yo alcance diese                                          Abatíme tanto tanto
a aqueste lance divino                                                   que fui tan alto tan alto
tanto volar me convino                                                  que le di a la caza alcance.
que de vista me perdiese
y con todo en este trance                                              5  Por una extraña manera
en el vuelo quedé falto                                                   mil vuelos pasé de un vuelo
mas el amor fue tan alto                                                 porque esperanza de cielo
que le di a la caza alcance.                                             tanto alcanza cuanto espera;
                                                                                       esperé solo este lance
3 Cuanto más alto subía                                                 y en esperar no fui falto
deslumbróseme la vista                                                  pues fui tan alto tan alto,
y la más fuerte conquista                                               que le di a la caza alcance.
en escuro se hacía
mas, por ser de amor el lance
di un ciego y oscuro salto
y fui tan alto tan alto
que le di a la caza alcance.


Introducción

En este poema nos hemos centrado más en los aspectos vinculados a las fuentes, así como en los alegóricos, en parte para no repetir lo ya dicho en anteriores comentarios a los versos de San Juan de la Cruz. 
           Se trata de una composición del poeta, carmelita descalzo, San Juan de la Cruz. En la segunda mitad del siglo XVI, el Renacimiento español dio muestras de una poesía religiosa de altísima calidad, como sería el caso de la obra del poeta citado. La crítica ha situado la fecha de composición de este poema entre 1584 y 1585, en Granada, donde fue prior del convento de los Mártires, desde 1582. Se recoge como una de las composiciones menores de S. Juan, aunque no por ello se trata de una obra de menor excelencia. Entendemos que esta composición sería un contrafactum[2].

Tema

El poeta nos cuenta su unión con Dios como si se tratase de un lance del arte de cetrería.

Estructura externa

Se trata de cinco estrofas, aunque la primera tenga unas características diferentes a las otras cuatro. La primera es una redondilla: 8a, 8b, 8b, 8a; las otras cuatro estrofas se ajustan a las medidas de la copla castellana, habitual de la poesía de cancionero. De cualquier modo, la relación entre la redondilla y la copla castellana da un parentesco entre ambas; casi podríamos decir que dos redondillas dan como resultado una copla. Esta es la estructura de la copla castellana: 8a, 8b, 8b, 8a, 8c, 8d, 8d, 8c. Versos de rima consonante. El conjunto nos conduce a aspectos característicos de la lírica popular, como la presencia de versos que se repiten a modo de estribillo o el mismo octosílabo, además de la utilización  de las susodichas estrofas.

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Estructura interna

Ya en la disposición gráfica se aprecian dos partes, la primera estrofa, una redondilla, está compuesta de cuatro versos y sería la síntesis válida para el conjunto de las estrofas venideras; más cuatro estrofas. La redondilla actúa, en parte, a modo de estribillo, pues reaparecerá el último verso y parte del penúltimo, en las coplas venideras. En los versos de las cuatro estrofas siguientes encontramos tres partes más: en la segunda y la tercera copla, segunda parte del total, asistimos al altísimo vuelo del alma/ave de altanería buscando la presa/Dios; en la cuarta estrofa del total, tercera parte, se nos muestra el abatimiento del alma; pero en la cuarta parte, es decir, la última estrofa, el alma recupera los ánimos, remonta el vuelo y alcanza su objetivo.

Análisis

Partiendo de las composiciones propias de cancionero, donde hay muestras en las que se trataba la consecución de la pieza en la caza a través del arte de altanería y se trasladaba al campo amoroso, San Juan  lleva estas formas al terreno de la poesía a lo divino. Otra posibilidad a tener en cuenta al rastrear las fuentes del poema estaría en la obra de Ramon Llull (Raimundo Lulio). Decíamos que en la redondilla se sintetiza toda la experiencia que leeremos en el resto de estrofas: superación de la dificultad que impide lograr la unión con Dios. Debido a la perseverancia y al esfuerzo del alma, esta consigue su objetivo.
            El poeta se vale de algunos recursos para mostrar la consecución de su propósito. La metáfora o la hipérbole «volé», que después aparece como «vuelo» o «volar», se convierte en el denominador común de todo el poema. Si puede ser una metáfora cuyo plano real es la purgación, el sacrificio propio de la primera de las vías (purgativa) del misticismo, como también la superación de la segunda vía (iluminativa), por su misma acción, imposible (volar), asimismo nos lleva a la hipérbole.
            San Juan escribe esta composición considerando que será cantada. De por sí, todos los versos aportan grandes dosis de musicalidad, no solo por la repetición propia de la rima versal, sino también por la rima interna, que encontraremos en todas las estrofas. Véanse los versos 3, 19, 35, en los que leemos el término «alto»; el 6 para «aqueste»; los versos 7 y 26 para «tanto»; en el  24 encontramos «abatido»; en el  31, «esperanza» y en el 32 «alcanza». A todo lo citado, el eco sigue reverberando en la derivación «esperé» (v. 33) y «esperar» (v.34). La musicalidad es un elemento fundamental en esta composición, es una constante, casi como el aleteo de las simbólicas aves del poema.
A ello también se suma el recurso de la paronomasia que encontramos en el último verso de cada estrofa: «que le di a la caza alcance», donde los sonidos aliterativos contribuyen a crear una determinada cadencia que se va repitiendo en todas las estrofas.          
            Otro aspecto en el que debemos incidir es en la palabra «lance», para la cual aportamos las palabras de Nicolás Bratosevich[3]:

«El poema desarrolla y explicita connotaciones del vocablo clave que utiliza («lance»), que la lengua española ha venido aplicando no sólo a la caza, sino al acto de arrojar la red, también los dados, o a situaciones críticas de la vida real o ficticia: situaciones todas portadoras de una nota de riesgo, expectación, supuesto o suerte que se ignora si buena o mala; y toda situación azarosa suscita agitadas vivencias, que en nuestro poema se explicitan y acompañan, estrofa por estrofa, a la agitación material de la persecución ─desorientación, zozobra, conquista ciega, salto atrevido─. Dinamismo, pues, físico y anímico, que recorre todo el poema».

            El uso de la palabra «lance» crea la expectativa en el lector ya desde el primer verso, a pesar de que se nos avance el logro del final. Es importante anotar que el término aparece en cuatro ocasiones; es decir, que se actualizan sus connotaciones en cada mención.
            Todas las estrofas hablan de la superación de la dificultad, siempre gracias al amor y al esfuerzo del alma. El vuelo está presente en ese perfeccionamiento que representa la máxima unión. El vuelo se convierte en una acción de un poder tan inefable como la misma experiencia mística. Con el vuelo se llega a lo más alto, a lo inalcanzable al ojo humano: «que de vista me perdiese» (v. 8). El vuelo es también un espacio indescriptible y a la vez portentoso, es el campo de la batalla de amor entre el alma y lo divino, el espacio del desánimo («y abatido me hallaba». V. 24) y de la superación de la dificultad.
            Pero el poeta, o el alma, se ve en la dificultad de describir qué sucede allí, en lo más alto del cielo. La imposibilidad le lleva al uso del adjetivo «extraña», que equivale a indescriptible. Leemos: «Por una extraña manera/ mil vuelos pasé de un vuelo» (VV. 29 y 30). Para ello el autor se vale de la hipérbole que, como hemos dicho en otros comentarios, al igual que sucede con los recursos que muestran el encuentro entre elementos opuestos (oxímoron, paradoja), nos aporta una posibilidad más allá de la expresión racional.


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Conclusión

El poema de San Juan de la Cruz parte de textos anteriores propios de la poesía de cancionero, en los que las imágenes del arte de cetrería son válidas para la traslación a un poema de amor, aunque en este caso, a lo divino. Es obvio el paralelismo, por un lado, el alma y el ave rapaz, y por el otro, la pieza que se pretende cobrar y Dios. Como en otros poemas del místico carmelita, aquí también se precisa de la habilidad del poeta para superar lo inefable, desde el recurso literario a la alegoría. Cada estrofa corrobora lo imprescindible de la redondilla inicial, versos a caballo de la estrofa y del estribillo.

Webgrafía
Revista de Filología Española, vol. L nº 1/4 (1967), pág. 100.






                                                                                









[1] Recordemos que en el manuscrito de Jaén, aparece la estrofa 4 en el lugar de la 5 y la 5 en el lugar de la 4. Nosotros seguimos en manuscrito de Sanlúcar de Barrameda.
[2] Recordemos la corriente literaria que se dedicó a trasladar obras del amor humano al amor divino. Tengamos presente el ejemplo de Sebastián de Córdoba, quien presentó los textos de Garcilaso a lo divino, como anteriormente había realizado Gerolamo Malpiero con su «Petrarca Spirituale». Este tipo de literatura se conoce como contrafacta literarios.
[3] Revista de Filología Española, vol. L nº 1/4 (1967), pág. 100.

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