viernes, 23 de octubre de 2015

Llama de amor viva



Llama de amor viva


¡Oh llama de amor viva
Resultado de imagen de fuegoque tiernamente hieres
de mi alma en el más profundo centro!
Pues ya no eres esquiva
acaba ya si quieres,                           5
¡rompe la tela de este dulce encuentro!

¡Oh cauterio süave!
¡Oh regalada llaga!
¡Oh mano blanda! ¡Oh toque delicado
que a vida eterna sabe                        10
y toda deuda paga!
Matando, muerte en vida has trocado.

¡Oh lámparas de fuego
en cuyos resplandores
las profundas cavernas del sentido,15
que estaba oscuro y ciego,
con estraños primores
color y luz dan junto a su querido!

¡Cuán manso y amoroso
recuerdas[1]en mi seno                       20
donde secretamente solo moras,
y en tu aspirar[2] sabroso
de bien y gloria lleno,
cuán delicadamente me enamoras!



Contextualización

Segunda mitad del S. XVI

Poesía mística

Contrarreforma

Amor humano y amor divino


Introducción

Nos encontramos ante una composición de San Juan de la Cruz, poeta religioso de la segunda mitad del siglo XVI, perteneciente a la orden de los carmelitas descalzos.


Tema

Exaltación del gozo del alma al sentir al Espíritu Santo.


Estructura externa

El poema está constituido por cuatro estrofas de pie quebrado que siguen el siguiente esquema 7a, 7b, 11C, 7a, 7b, 11C con rima consonante. Aunque no se trata de liras, la disposición de los versos y de la rima nos lo recuerda. Este tipo de estrofa se llama sexteto alirado. Destaca en el verso 7 la presencia de la diéresis para que el verso alcance las siete sílabas del heptasílabo.


Estructura interna

Valga decir que como es habitual en la poesía mística, la dificultad en la interpretación nos puede llevar a ciertas confusiones, riesgo que corremos en el ejercicio de abstracción que nos exige este tipo de exégesis. Aunque las cuatro estrofas forman un conjunto, podemos decir que cada una de ellas configura una parte. En la primera estrofa el alma, aunque ya goce de la presencia divina, se dirige a la llama (al Espíritu Santo) para pedirle la unión total con Dios, es decir, la muerte para alcanzar la verdadera vida. La segunda estrofa se corresponde con la segunda parte. Aquí parece que la unión total con Dios es efectiva. En la tercera el alma intenta expresar la experiencia de la unión. Ya en la última estrofa, observamos la prolongación placentera de la unión del alma con Dios.


Resultado de imagen de cavernas Análisis
Para la primera estrofa

Dice San Juan de la Cruz en la exégesis de sus versos:



«Sintiéndose ya el alma toda inflamada en la divina unión, ya su paladar todo bañado en gloria y amor, y que hasta lo íntimo de su sustancia está revertiendo no menos que ríos de gloria, abundando en deleites, sintiendo correr de su vientre los ríos de agua viva que dijo el Hijo de Dios (Jn. 7, 38) que saldrían en semejantes almas, parécele que, pues con tanta fuerza está transformada en Dios y tan altamente de él poseída, y con tan ricas riquezas de dones y virtudes arreada, que está tan cerca de la bienaventuranza, que no la divide sino en una leve tela».

Es realmente importante decir que todo el poema, salvo los versos 4, 5 y 12, aparecen entre signos de exclamación, con lo cual ello nos da el tono, es decir, la intensidad que pretende el poeta para su composición. Empieza el poema desde una altura emocional necesaria y se mantendrá tan alto hasta el final. De hecho, la experiencia que se nos cuenta es tan elevada que exige también tan enaltecida expresión.
            En el primer verso nos encontramos con el apóstrofe por el que el alma se dirige a la «llama». Obviamente, la palabra «llama» es una metáfora que según el mismo autor significa el Espíritu Santo, que es la forma, fuerza, etc., que adquiere Dios para infundir el gozo en el alma. Recursos destacados en el poema son los que expresan contradicción, en este caso, en el segundo verso leemos: «que tiernamente hieres». Como es habitual en la poesía mística, y que ya habíamos apuntado en otros comentarios, la dificultad del poeta para expresar la vivencia de la unión con Dios es tan compleja, que se vale en ocasiones de la contradicción, en este caso reparamos en el oxímoron.
            Volvemos a advertir la presencia de otra metáfora, incluida en la imagen del verso seis. Dice el poeta: «¡rompe la tela de este dulce encuentro!». El autor utiliza el término «tela», y esa intención encontramos en el comentario del poeta, para aludir a esa separación tan sutil entre el alma y la unión total con Dios.


Para la segunda estrofa:

Dice el poeta en su exégesis: 



«El cauterio es el Espíritu Santo; la mano es el Padre y el toque es el Hijo. Y así, engrandece aquí el alma al Padre, Hijo y Espíritu Santo, encareciendo tres grandes mercedes y bienes que en ella hacen, por haberle trocado su muerte en vida, transformándola en sí. La primera es llaga regalada: y ésta atribuye al Espíritu Santo, y por eso la llama cauterio. La segunda es gusto de vida eterna; y ésta atribuye al Hijo, y por eso la llama toque delicado. La tercera es haberla transformado en sí, que es dádiva con que queda bien pagada el alma; y ésta atribúyese al Padre, y por eso la llama mano blanda. Y, aunque aquí nombra las tres por causa de las propiedades de los efectos, sólo con una habla, diciendo: En vida la has trocado, porque todos ellos obran en uno, y así todo lo atribuye a uno, y todo a todos…».  


         La simbología poética se funde con la teología. Para ello el poeta se vale de algunos recursos, entre estos, los más repetidos son, como hemos venido diciendo, los que aluden a la oposición. Leemos: «¡Oh cauterio suave!», donde es patente el oxímoron, pues quemar las heridas, de ninguna manera puede ser «süave». Reforzando con otro oxímoron, el poeta nos muestra la complejidad de la vivencia. Añade en el verso 8: «¡Oh regalada llaga!». Y para finalizar la estrofa, leemos en el verso 12 la siguiente paradoja: «Matando, muerte en vida has trocado». Junto a las oposiciones conceptuales de los recursos retóricos anotados, es la anáfora, conseguida con la repetición de la interjección «¡Oh…!», otra habilidad sobresaliente en el poema. Con la anáfora se logra incidir en el ritmo, también intensificar las aportaciones poéticas que se van enumerando, para que podamos aproximarnos al sentido último de los versos. Como anotamos en el comentario al poema Noche oscura, la interjección aporta aquello que la palabra no alcanza, algo cercano al gemido o a otra manifestación humana menos racional. 
        Hay que decir que los versos en los que encontrábamos las anáforas, se refuerzan, por un lado, con la presencia del quiasmo:


          Oh cauterio süave!
          ¡Oh regalada llaga!

por otro lado, la cadencia de la anáfora se intensifica con la estructura bimembre del verso:
              ¡Oh mano blanda! ¡Oh toque delicado (...)


          Creemos que es importante apuntar las palabras de San Juan de la Cruz en lo referente al término utilizado en el verso 8, «llaga».



«porque el amante, cuanto más llagado está, más sano; y la cura que hace el amor es llagar y herir sobre lo llagado, hasta tanto que la llaga sea tan grande que toda el alma venga a resolverse en llaga de amor».





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Para la tercera estrofa

Valga recordar las apreciaciones del poeta en su explicación teológica:



«Dios sea servido de dar aquí su favor, que cierto es menester mucho, para declarar la profundidad de esta canción, y aun harta advertencia del que la fuere leyendo, que, si no tiene experiencia, quizás le será algo oscuro, como si por ventura la tuviere, le sería claro y gustosa».

«En esta canción el alma encarece y agradece a su Esposo las grandes mercedes que de la unión que con él tiene recibe, por medio de la cual dice aquí que recibe muchas y grandes noticias de sí mismo, todas amorosas, con las cuales, alumbradas y enamoradas las potencias y sentido de su alma, que antes de esta unión estaba oscuro y ciego, pueden ya estar esclarecidas y con calor de amor, como lo están, para poder dar luz y amor al que las esclareció y enamoró».


En el primer verso del tercer sexteto nos encontramos con un pleonasmo, ya que las lámparas no podrían ser de otra manera que de fuego. Como en el caso del epíteto, solemos decir (aunque aquí no sea un adjetivo, sino un sintagma preposicional −«de fuego»−, pero con la misma función sintáctica que tendría el adjetivo: complemento del nombre) que el pleonasmo no aporta nada que no esté ya implícito, en este ejemplo, en el nombre al que acompaña; sin embargo, actualiza, al nombrarla, la característica del nombre que, de no hacerlo, quedaría adormecida. De la misma manera el pleonasmo actualiza, da plasticidad al núcleo al que acompaña.
El autor también se vale del uso metafórico de «profundas cavernas del sentido». De la interpretación de las palabras de la exégesis realizada por el poeta, entendemos, sintetizándolo, que la luz ilumina la oscuridad; es decir, el Espíritu Santo ha entrado donde no habitaba, con lo que se refiere a momentos anteriores a la unión. Según los comentarios de Juan de la Cruz, cuando dice: «las profundas cavernas del sentido», el santo se está refiriendo a un plano teológico que concreta de la siguiente manera: «Son las potencias del alma: memoria, entendimiento y voluntad».  

 
Para la cuarta estrofa

He aquí algunas palabras del poeta extraídas de su comentario:



 «Conviértese el alma aquí a su Esposo con mucho amor, estimándole y agradeciéndole dos efectos admirables que a veces en ella hace por medio de esta unión, notando también el modo con que hace cada uno y también el efecto que en ella redunda en este caso.

»El primer efecto es recuerdo de Dios en el alma, y el modo con que éste se hace es de mansedumbre y amor. El segundo es de aspiración de Dios en el alma, y el modo de éste es de bien y gloria que se le comunica en la aspiración. Y lo que de aquí en el alma redunda es enamorarla delicada y tiernamente».


            Se trata de una estrofa en la que se impone la calma. Como si se tratase de un estado posunitivo. Ya no se solicita a la «llama» que rompa la «tela». Ya no hay separación, aunque insignificante, entre el alma y Dios. Ahora el gozo es total, no puede haber más aspiraciones, pues todas ya se han logrado.
En el verso 21 observamos una expresión propia de la mística, como no podría ser de otra manera y, especialmente, en la obra del carmelita, «secretamente». La plena unión con Dios se realiza en secreto, igual que los encuentros entre los amantes. Y tras la unión, tanto en la forma del amor humano como en la del amor divino, reina el sosiego.
De los escasos recursos que encontramos, se puede citar la sinécdoque. Dice el verso 20: «recuerdas en mi seno». El poeta se centra en este término pues es en el seno donde encontraremos en nuestra tradición cultural los sentimientos, destacando de entre estos, el amor. No es gratuito que en dos ocasiones aparezcan palabras de la misma familia en esta última estrofa: «amoroso» y «enamoras».
Podemos añadir que el uso de la anáfora para este sexteto es circular, pues con el exclamativo «¡Cuán…!» empieza la estrofa y, con el mismo, la termina; siempre con el valor intensificador de la palabra, reforzada, como ya se indicó, en la exclamación retórica.
                                           


 Conclusión

Se trata de una composición en la que desde el principio observamos la intensidad que aportan los signos de exclamación. Todo ello en consonancia con la intención del autor, pues, decíamos, desde el principio que nos encontramos con la unión con Dios. Los recursos destacados son la anáfora y el oxímoron, junto con la paradoja. En cuanto al climax de la composición, ya que toda ella se enmarca en gran intensidad, parece arriesgado decantarnos hacia unos versos concretos, por lo que entendemos que todo el poema es la manifestación de ese momento sublime de la unión con Dios.
 
Webgrafía





[1] Despiertas.
[2] Exhalar aromas.

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