De la vida del cielo
1 Alma región luciente[1],
ni con el rayo ardiente
fallece; fértil suelo,
producidor eterno de consuelo:
2 de púrpura y de nieve
florida, la cabeza coronado[2],
y dulces pastos mueve,
sin honda ni cayado,
el Buen Pastor en ti su hato[3]
amado.
3 Él va, y en pos dichosas
le siguen sus ovejas, do las pace
con inmortales rosas,
con flor que siempre nace
y cuanto más se goza más renace.
4 Y dentro a la montaña
del alto bien las guía; ya en la
vena
y les da mesa llena,
Pastor y pasto él[4]
solo, y suerte buena.
5 Y de su esfera[5],
cuando
la cumbre toca, altísimo subido,
el sol, él sesteando,
de su hato ceñido,
con dulce son deleita el santo
oído.
6 Toca el rabel[6]
sonoro,
y el inmortal dulzor al alma
pasa,
con que envilece el oro,
y ardiendo se traspasa
y lanza en aquel bien libre de
tasa.
pequeña parte alguna decendiese
en mi sentido, y fuera
de sí la alma pusiese
y toda en ti, ¡oh, Amor!, la
convirtiese,
8 conocería dónde
sesteas, dulce Esposo, y,
desatada
de esta prisión adonde
padece, a tu manada
viviera junta, sin vagar errada.
Contextualización
Poesía ascética
Métrica italianizante
Neoplatonismo
Simbología religiosa
Introducción
La obra de Fray Luis de León se ajustaría a cierto tipo de
poesía religiosa característica de la segunda mitad del S. XVI. La inquietud
propia del Renacimiento, entre otras, también se manifestó en el ámbito
religioso.
Tema
A pesar de la paz que destilan los versos de Fray Luis, un
dolor brota entre las fisuras de la aparente armonía. El tema, sintetizándolo,
es el ansia que padece el alma por la imposibilidad de unirse a Dios.
Estructura externa
Nos encontramos ante ocho liras, estrofa característica de
la obra luisiana, ajustadas a la habitual estructura: 7a, 11B, 7a, 7b, 11B de
rima consonante. Las liras, introducidas por Garcilaso de la Vega, entrados en la segunda
mitad de siglo, han quedado asentadas en las composiciones de Luis de León.
Estructura interna
El poema se divide en tres partes. La primera abarcaría las dos
primeras liras, donde en un apóstrofe el poeta se dirige al Alma, para destacar
sus altas cualidades. La segunda parte la encontramos desde la tercera estrofa
hasta la sexta. Aquí el autor se centra en el Pastor, anunciado ya en el décimo
verso. En las liras séptima y la octava, Fray Luis muestra la frustración por
no poder unirse a Dios. Hay que decir que la sexta lira actúa como una estrofa
de transición, que lanza al lector hacia la intensidad de las dos finales.
Análisis
Empieza la obra con una serie de aposiciones que se prolonga
en toda la primera estrofa. Las aposiciones se configuran con las expresiones
metafóricas como: «región luciente», «fértil suelo», «producidor eterno de
consuelo», «prado de bienandanza». Tras el apóstrofe del primer vocablo, el
poeta inicia su enumeración de elementos positivos para «Alma». En lo referente
a la invocación, volverá a aparecer en el verso décimo: «en ti». La intención
del poeta agustino, desde el primer término (junto a las aposiciones
apuntadas), ha sido la de plasmar su emoción e iniciar la vía hasta manifestar
su ansia, y su frustración, de unidad con Dios, que culminará en las últimas
estrofas.
Se concibe al alma como un
territorio con reminiscencias de cielo, como un lugar ideal cargado de
simbología religiosa.
Toda la segunda lira constituye
un hipérbaton complejo que nos hace esperar hasta el último verso para saber
dónde está el sujeto del enunciado, que no podrá ser otro que Dios. La estrofa,
prosificada en un orden lógico, sería: «El Buen Pastor, coronado (,) de púrpura
y de nieve florida la cabeza, mueve en ti (alma) su hato amado sin honda ni
cayado, en dulces pastos». En el interior del hipérbaton nos detenemos en las
metáforas de raigambre religiosa, como «Pastor», uno de los nombres con los que
la liturgia cristiana nombra a Cristo, y «hato», término de la misma liturgia
para denominar al ser humano y que se duplicará más adelante en la metáfora, «ovejas».
Aceptadas
las metáforas litúrgicas, se desarrolla, en la tercera lira, la imagen del
pastor y de las ovejas. Se añade la acción de pacer, lo cual conlleva
reminiscencias de la Eucaristía,
que representa una forma simbólica de unirse a Dios. Entrados en lo divino, el
poeta se vale del oxímoron para expresar lo imposible: «inmortales rosas», y en
las paradojas: «con flor que siempre nace» y «y cuanto más se goza más renace».
El poeta nos ha introducido en el campo de lo inefable y con ello entiende que el
lenguaje y la razón humanos son insuficientes, por lo tanto se recurre a lo
imposible propio del oxímoron y la paradoja, en el intento de encontrar la fórmula
verbal que junte lo divino a lo humano.
En la cuarta estrofa, tras las
ovejas pacer, se busca el recogimiento, es decir, el lugar para la experiencia
mística. De nuevo el lenguaje muestra sus limitaciones: ¿cómo hablar del amor
divino si solo tenemos la experiencia del amor humano? El poeta busca las
imágenes sensuales para la descripción del disfrute de la presencia de Dios.
Nos dice: «ya en la vena/ del gozo fiel las baña». Escribe J.M. Alda Tesan lo
siguiente, para incidir en el texto alegórico del poeta:[7]
«”El gozo fiel” es el gozo permanente, eterno en
contraposición con el pasajero de este mundo.»
Ese gozo eterno no puede verterse
en palabras más que en las alusiones al gozo humano, pues no tenemos otra
experiencia, aunque pretenda, el poeta, vincularnos al sobrehumano. De nuevo,
todavía en la cuarta lira, volvemos a encontrarnos con el acto de comer: «y les
da mesa llena». Con ello, el «Pastor» cubre las necesidades humanas, pero no es
en absoluto una cuestión biológica, lo cual observaremos en el verso siguiente:
«Pastor y pasto él solo».
La alusión
a la Eucaristía
es meridiana, y nos la presenta con el uso de la paranomasia[8].
Dios es pastor, pero también es pasto, el alimento de las ovejas; es decir,
Dios es la guía de los cristianos, a la vez que el alimento espiritual.
Será en la quinta estrofa donde
observaremos la alusión pitagórica en la palabra esfera, relacionada con la
música. Recordemos la teoría pitagórica que nos dice que el universo se
sostiene debido a las armoniosas proporciones matemáticas, organizadas en las
proporciones musicales. Esa armonía del universo, poéticamente, se conoce como música universal, tan próxima a algunos
versos del poeta de la orden agustina.
La estrofa empieza con un epíteto:
«el rabel sonoro», con cuyo adjetivo
parece imprimir las primeras notas al instrumento.
A través del hipérbaton nos
indica el poeta que el Pastor goza de la música, tan vinculada a la misma
creación del universo. La música representa uno de los más altos goces, pues es
paz y trasunto de la armonía cósmica, es decir, de la creación de Dios, de ahí
que el Pastor tienda a la música.
6 Toca el rabel[9]
sonoro,
y el inmortal dulzor al alma
pasa,
con que envilece el oro,
y ardiendo se traspasa
y lanza en aquel bien libre de
tasa.
Entrados en la tercera parte del
poema, es decir, a partir de la séptima lira, observamos la mudanza, respecto a
la primera parte, en la interjección «¡Oh…», que se muestra en tres ocasiones,
creando una cadencia diferente a los versos anteriores. La interjección, como
en los citados oxímoros, intenta expresar aquello que no puede ser expresado en
el lenguaje humano. Se trata de un intento para superar lo inefable. «Oh»
significa gozo, pero también dolor por la imposibilidad del alma del poeta en
su unión con Dios. Fijémonos en que la interjección acompaña a nombres que para
el autor encierran un alto significado: «¡Oh , son!», «¡Oh, voz!» y «¡oh,
Amor!». Los tres sustantivos encierran la totalidad a la que aspira el poeta.
Son nombres que representan conceptos infinitos y todos se asocian a Dios.
También en la séptima estrofa,
con continuidad en la octava, a través de los verbos en pretérito imperfecto de
subjuntivo: «decendiese», «pusiese», «convirtiese» y «viviera» presenciamos el
deseo manifestado por Fray Luis. El deseo es frustración, pues el vate es
consciente de que su alma no recibirá «Siquiera pequeña parte alguna» con la
que pudiera sentir el gozo de la presencia divina. Esta es la idea fundamental
del poema, toda la paz anteriormente expuesta en las estrofas anteriores se
trasforma en las liras 7 y 8 en frustración, en aceptación de lo imposible.
Es en la última estrofa donde
encontramos el concepto religioso del cuerpo y del alma. Según la tradición
cristiana, el alma se desprende del cuerpo tras la muerte de este. En los
versos, el poeta anhela que el alma se desprenda de la «prisión», es decir, del
cuerpo. No se especifica si el alma se juntaría a Dios después de la muerte o
en vida, si fuese posible la simple intercesión sobrenatural. Además de la
metáfora «prisión», encontramos «Esposo» que, como antes «Pastor», se refiere
al Altísimo.
Frente a la opción deseada del
poeta, aparece la consecuencia en el último verso, que, sin duda alguna, se
trata de la aceptación de la realidad, mucho menos elevada que los anhelos
frayluisianos, con lo que constituye la antítesis esencial del poema; es decir,
seguirá el alma en esa condena de «vagar errada» en su «prisión». Perdida el
alma y perdido el poeta, la poesía de la paz se ha convertido en la poesía de
la resignación.
Se trata de un poema de estructura ascendente, puesto que
nos conduce hacia un final que esconde la máxima intensidad poética. Es una
composición que nos muestra al Fray Luis de León del dolor, de la frustración
por no poder alcanzar esa última vía de los místicos, que no es otra que la vía
unitiva. Es en sí un poema que se constituye casi en una antítesis: presencia
de la armonía espiritual en las seis liras primeras y su desarmónica consecuencia
para las dos últimas.
Para desarrollar su composición,
el autor se ha valido de la simbología de la religión; del léxico propio de la Biblia, en especial, del
libro, El cantar de los cantares; de
los tratados religiosos y del misticismo: «Pastor», «hato», «ovejas», «Esposo»…
Webgrafía
[1] La
región luciente es el Paraíso.
[2]
Concuerda gramaticalmente con el Buen Pastor.
[3] Rebaño,
aquí, de almas.
[4] Llama la
atención la minúscula si se está refiriendo a Dios.
[5]Alude a
la metafísica, lo cual se asocia a Pitágoras. http://monocordio.blogspot.com.es/2008/03/oda-salinas-de-fray-luis-de-leon.html
[6]
Instrumento de tres cuerdas que se toca con arco.
[7] Edición
de J.M. Alda Tesan para Clásicos Ebro, Fr. Luis de León. Poesía. Zaragoza,
1980; pág. 62.
[8] Recurso
que consiste en el uso de términos semejantes en el significante, pero no en el
significado.
[9]
Instrumento de tres cuerdas que se toca con arco.
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