miércoles, 11 de septiembre de 2019

Esta bruma insensata, de Enrique Vila-Matas


esta bruma insensata-enrique vila-matas-9788432234897



Esta bruma insensata, de Enrique Vila-Mata    

Ed/ Seix Barral, Barcelona, 2019

Pp. 311







      O como cuando dijo que se había ya cansado de vivir enfrentado a la impostura de escribir, porque era sin duda una completa impostura la escritura, ya que el arte no era nada, aunque había que reconocer que sólo teníamos el arte. (Pág. 300).

Acabo de pasar la última página de la novela de Enrique Vila-Matas, Esta bruma insensata. Cierro el libro y, mientras todavía observo la contraportada, intento mantener en el paladar del recuerdo un sabor que ya empieza a huir. Si toda obra metaliteraria  (si algo tiene Esta bruma insensata es mataliteratura e intertextualidad) es una puerta abierta a la maleabilidad del concepto de literatura: hablar de la literatura en la literatura tiene tanto de pérdida de tiempo como de necesidad imperiosa, con lo cual vale la pena dedicarle algunas líneas.
No me voy a detener en aspectos propios de una ficha sobre la novela. Añado que infinitos aspectos importantes de la obra quedarán fuera de esta reseña; sin embargo, me detendré en lo que me ha parecido excepcional por la valentía del autor, pudiéndose entender como un ejercicio de sinceridad.
Jamás he hablado con Vila-Matas, quiero decir que no tengo ni la más remota idea de lo que pasa por su mente en lo referente a la escritura, más allá de sus textos o de los medios de comunicación; no obstante, me tomaré la licencia para elucubrar sobre su actitud como escritor, acierte o yerre en el intento.
Entre lo mucho que puedo desgranar de su obra, diré que me gusta casi todo, y lo digo aun sabiendo que mi opinión es un lugar común que no interesará a casi nadie. Afirmo que el autor es un malabarista de las palabras, que incluso en algunos capítulos tantea hipnotizar al lector: objetivo primordial al que creo se debe aspirar a la hora de escribir. Sí, he dicho hipnotizar al lector, que no es bombardearlo con cierto barroquismo mareante y soporífero, cursi y mojigato, ni ha de ser un panfleto de lo que los ciudadanos abducidos esperan, sino crear el interés sobre lo que está sucediendo en una historia y, más aún, sobre lo que sucederá avanzada la novela. He ahí mi concepto de literatura, o de hipnosis.
Aprovechándome de esa licencia que yo mismo me he otorgado para hablar de quien no conozco, diré que la acción de Esta bruma insensata es prácticamente nula, y con ello no estoy descalificando la novela, pues al autor no suele interesarle ese elemento narrativo y por ello se podría aceptar (o no) esa carencia. Alguien podrá decir que el autor huye de la dificultad que conlleva urdir una trama o reorganizar un rompecabezas con las piezas propias de la acción, pues con otras piezas es evidente que se organiza; por supuesto, estará en su derecho. Alguien dirá que la redacción gira alrededor del protagonista sin aportar nada nuevo a lo largo de demasiadas páginas o que nos topamos con tiempos muertos donde nada progresa; estará en su derecho. Que el protagonista manifiesta una cierta exquisitez artificiosa; también estará en su derecho. Todo el mundo estará en su derecho si se entiende que la novela tiene la capacidad de autodestruirse al tiempo que de autorregenerarse.
Sí, pero cuál es la pregunta que me hago después de la lectura. Mi pregunta sería ¿cuál ha sido el objetivo del autor en esta novela? Lanzándome al vacío me respondo diciéndome que en esta novela, Vila-Matas muestra una actitud ante el concepto de novela o, si se me permite, ante el concepto de literatura e incluso de arte. Todo el texto, aunque no en la forma, sí en la intención, es un diálogo del autor consigo mismo. Y ello justificaría la casi inexistente acción o trama. Predomina la introspección (no es novedad en la obra de Vila-Matas) hasta el punto de que es el motor que conseguirá al final la imagen del narrador y protagonista emergiendo con el tesoro de haber encontrado un significado a todas las (tal vez excesivas) páginas anteriores.
El autor mira sin parpadear a los ojos de la novela (me refiero al género) como si ya la hubiese domeñado. No le tiene miedo y la maneja con habilidad porque ha descubierto que al encender la luz de esa alcoba se supera el misterio. A la novela el autor le habla de tú a tú, con familiaridad y con un punto del desencanto del viajero que conoce el mundo (de la novela) y ya poco puede sorprenderle. Solo si es así, se pueden entender los diálogos entre Simon y su hermano.

         —Exacto —dije cayendo en la trampa de creerme lo que me decía—. Porque nunca ha existido la originalidad, que fue sólo una fantasía de Platón, para quien el mundo mismo era una copia. (Pág. 288).




Pero saber que la novela y el arte se pueden diseccionar y descubrir algunos vacíos en su interior ahonda en el desencanto, nos sitúa ante una pequeña o gran nada capaz de cambiar a quien ha llegado a ese punto. Algo que nos conduce a un concepto, literariamente hablando, antirromántico.

Luego, cayó en un breve y tremendo silencio.
         —Y, por otra parte, mi obra me la suda —dijo. (Pág. 296).

Tal vez, las líneas donde más se perciba el desencanto sean las que rozan el sarcasmo; por ejemplo:

O como cuando vino a decir —si no entendí mal, por supuesto— que escribir era hasta cierto punto justificarse sin que nadie te lo pidiera y que en el fondo una justificación de ese tipo era siempre algo de lo más cómico. (Pág. 299).

Ambos personajes, Simon Schneider y su hermano Rainer Bros (el novelista para quien trabaja Simon buscándole citas que aquilaten sus novelas), son las dos caras de la misma moneda; que ambas caras dejan traslucir nítidamente la imagen de Enrique Vila-Matas. Por ello insisto en que la novela es una reflexión del autor o, si se prefiere, ya dije que un diálogo consigo mismo. La justificación de la novela como manifestación artística, como la justificación de la escritura en sí, se cuestiona en esta obra, se acepta y se rechaza, es en sí, se concluye, tan cómico (absurdo) como necesario. Además, la perspectiva (el susodicho desencanto) no se limita al enfoque del escritor hacia su obra, también desde la obra hacia el lector. Es en ese contexto donde se podrían incluir las siguientes líneas:

Porque había en todo lector, añadió Rainer, una vocecita que por lo bajo le decía acerca de todo lo que leía, por extraordinario que fuera: ¡anda ya! (Pág. 300). 

Vila-Matas nos muestra una actitud propia de quien pretende desmitificar la literatura, pues ya no es propia del demiurgo, retomando el concepto romántico. Se anuncia la posibilidad de que la novela (el arte) no esté en ningún pedestal porque solo sea una farsa. Así se desvela en algunas páginas del encuentro entre los hermanos Schneider. 
 Afirmo que Esta bruma insensata es una novela de madurez, pero no en el sentido de alguien que ha aprendido el oficio de la escritura, prueba más que superada, sino de quien ha llegado a otras fases más complejas en la relación propia entre el autor y la creación. Esta posibilidad es para mí lo más destacado de la novela y lo que me ha parecido merecedora de estas líneas. Vale.




No hay comentarios:

Publicar un comentario