martes, 23 de junio de 2015

Desmemorias de un pez en el desierto




Título: Desmemorias de un pez en el desierto
Autor: Ferran Blanch.
Uno Editorial
ISBN: 9788416382217

Hoy quisiera hablar de algunos aspectos vinculados a la autoedición y, especialmente,  de un libro autoeditado. Si después de llamar a tantas puertas que no se abren, de esperar promesas que no se cumplen, de ansiar que se realice el sueño de un premio literario y que si quieres Catalina, ¿qué queda? Has acertado. Todos tenemos nuestro parecer al respecto y, en todos los casos, cada parecer es muy respetable, entiéndase distribución, corrección, apoyo, etc. Ferran es de los que creen en su obra, como debe ser, y es de los que no les da pereza cargar con el empeño de publicarse y después recorrer infinitos kilómetros por las ferias de media España. Delante del público descarga su maleta y extiende sobre el tablero sus dos obras que, quiera o no quiera el transeúnte, acabará escuchando las sinopsis de boca del autor. Su última obra es una novela que se titula Desmemorias de un pez en el desierto
                 Ferran ha escrito dos libros. El primero, Mi gran viaje a los 40, nos narra su experiencia por los EE.UU., en una caravana comprada allí para recorrer toda la extensión que su economía le permitiese y, posteriormente, vender el vehículo y regresar a su estimada Lleida. La segunda obra, que también transcurre en USA, es de la que nos toca hablar. El protagonista, Pau Guerra, despierta sin memoria en Nuevo México. Además, desnudo y con mil inconvenientes que deberá ir salvando hasta recuperar los recuerdos. El texto está narrado en primera persona y en presente de indicativo para que el lector avance al mismo ritmo que el protagonista. Es una obra divertida y aconsejable para aquellos a quienes les gusta leer con una sonrisa. No presenta conflictos existenciales, mejor dicho, los conflictos existenciales se perciben desde la distancia bondadosa de un travieso destino. Por su lado, el narrador protagonista se consuela a través de la hipérbole, como veremos en el siguiente ejemplo, al describir la cabina de un camión en el que es conducido hacia su memoria:

Si los vertederos de basura fueran hoteles, su cabina sería la suite presidencial (pág. 33)
El hedor es otro personaje más en el reducido espacio. La tercera presencia después del camionero y yo. Es como una figura pasiva y holgazana que un día decidió instalarse aquí para siempre. (pág. 34)

            De la hipérbole pasamos a la descripción de una familia de mexicanos que acogerá provisionalmente al protagonista. Aquí el autor ha sabido ahondar en aspectos relacionados con la convivencia y con el análisis sociológico:

En casa, el día anterior a la gran compra, todos ellos se pelean para ser los primeros en leer el folleto del centro comercial con las ofertas de la semana. Estos prospectos publicitarios son la única motivación a la lectura que tiene esta familia. Con rotuladores de distintos colores van marcando las ofertas más sugerentes. Cuando encuentran un precio interesante o un 3X2 en un artículo que acostumbran a consumir, se les ilumina la cara de tal manera que, si hubiese un apagón eléctrico en ese instante, podrían desplazarse por toda la casa en plena noche sin necesidad de linterna. (pág. 40)


 Los diferentes sucesos que empujan a Pau Guerra hacia la recuperación de la memoria lo zarandean entre el presente y el pasado. Rememora en sus intentos por recuperar el recuerdo de momentos anteriores a su presencia en Nuevo México. Va y viene de América a Lleida, y en una de estas conocemos las cuitas de Pau por sobrevivir.

¿Cómo se ocupa un cajero automático para pasar la noche? Quien llega primero ¿se lo queda? O, ¿tiene preferencia si has tenido cuenta abierta con anterioridad? (Pág. 96)

            Las entidades financieras están en el objetivo de un Pau caído en desgracia. La mordacidad del autor se encarga de dibujar los trasfondos, siempre con la ironía de la pluma bisturí.

            Resulta irónico ver cómo la gente sin techo se va a refugiar al lugar donde ahora son dueños de sus casas. Parece como si no pudiéramos vivir sin ellos. Ni cuando tenemos dinero ni cuando no lo tenemos.  (pág. 101)

            Y la historia progresa y nuestro protagonista va iluminando su oscuridad. Todo se desarrolla a medida que van encajando las piezas. El antihéroe va conociéndose en su particular anagnórisis hasta completar la figura, tanto para él como para los lectores. Vale.

           


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