Lope
de Vega (1609)[1]
Soneto LXI
Ir y
quedarse, y con quedar partirse,
oír
la dulce voz de una sirena
y no
poder del árbol desasirse;
arder
como la vela y consumirse
haciendo
torres sobre tierna arena;
caer
de un cielo, y ser demonio en pena,
y de
serlo jamás arrepentirse;
hablar
entre las mudas soledades,
pedir
prestada sobre fe paciencia,
y lo
que es temporal llamar eterno;
creer
sospechas y negar verdades,
es
lo que llaman en el mundo ausencia,
fuego
en el alma, y en la vida infierno.
Introducción
Lope de Vega es el autor de esta composición. Aparecerá
publicada en Rimas, en 1609. Se trata
de unos versos que hablan del amor. Probablemente, sean fruto de la relación
que mantuvo con Elena Osorio. En esos momentos, Lope está en la cárcel o,
quizá, sufriendo el destierro al que fue sometido, después de ser denunciado
por el padre de Elena, Jerónimo Velázquez. De ahí la palabra clave del poema,
que aparece hacia el final, «ausencia». Dice Alonso Zamora Vicente:
«Los
primeros días de 1588 (Lope de Vega tiene 25 años recién cumplidos) los pasa
nuestro escritor en la cárcel. Había sido detenido el 29 de diciembre anterior,
en el Corral de la Cruz, durante una representación. Y lo había sido a petición
del director de teatro Jerónimo Velázquez, quien le acusaba de ser autor de una
serie de libelos en los que se difamaba al propio Velázquez y a sus deudos[2]».
Tema
La nostalgia del ser amado.
Estructura externa
El poema es un soneto, cuya estructura métrica es la
habitual, es decir, ABBA, ABBA, para los cuartetos y, en este caso, CDE, CDE,
para los tercetos; siempre con rima consonante en todos los endecasílabos.
Estructura interna
Observamos que la división en partes que nos ofrece el
soneto no se ajusta a la estructura, en ocasiones común, de cuartetos y
tercetos. En este poema la primera parte alcanza hasta el verso 12. Hasta el citado verso se organizaría el sujeto, como si el conjunto se pudiese sintetizar en una expresión cercana a todo eso, y a partir de aquí, nos encontramos con el único verbo conjugado («es»), ya no en forma no personal (infinitivo o gerundio). En este
primer apartado el poeta manifiesta un estado emocional complejo a través de
diferentes recursos estilísticos. Son una serie de sensaciones que se concretan
en las aclaraciones que aparecerán en la segunda parte, es decir, en los dos
últimos versos.
Análisis
El soneto presenta en muchos de sus versos elementos
opuestos, bien como antítesis, bien como oxímoron o como paradoja. El poeta
busca mostrarse como un ser que padece los sinsabores del amor. Es el suyo un
estado anímico doloroso, inquieto, perturbado por los vaivenes del amor, por
ello, pretende Lope, a través de los elementos opuestos, acercar a los lectores
esa confusión que él está viviendo.
Ya en el
primer verso nos topamos con la antítesis «Ir y quedarse», que se refuerza con
el oxímoron «con quedar partirse». A partir de ese verso, serán habituales las
contradicciones que presente el poeta.
Como es
usual en el Renacimiento, así como en el Barroco, también en estos versos
encontramos alguna alusión a la tradición clásica. En este caso se refiere a
Ulises amarrado al palo para escuchar sin peligro de lanzarse al mar, a las
sirenas.
«oír la dulce voz de una sirena
y no poder del árbol desasirse» (vv. 3 y 4).
La idea es
aprovechar aquello que nos ofrece la tradición para que el poeta pueda ilustrar
su situación conflictiva.
Junto a los
frecuentes recursos en los que observamos la contradicción, otro elemento
destacado es el uso del polisíndeton, que encontraremos en diez ocasiones a lo
largo del soneto. La intención no es otra que la de mostrar el dolor del poeta
como una suma de elementos negativos, ralentizándose cuando se introducen con
la «y», con lo cual, el recurso pretende aumentar la intensidad del sufrimiento
en el poeta.
Valga
destacar, en el segundo verso, la construcción bimembre, «partir sin alma, y ir
con alma ajena». Siguiendo las referencias cristianas, «partir sin alma» sería
imposible, con lo cual, nos encontramos ante una hipérbole; pero si, además,
como dice la segunda parte del verso, «ir con alma ajena», resultaría otro
imposible, es decir, de nuevo, hablaríamos de hipérbole; aunque el verso, en su
conjunto, nos está aportando una paradoja, que incide en la susodicha idea de
mostrar el dolor del autor de los versos.
Es considerable y válido para todo el poema la proliferación del verbo en infinitivo. En total son veinte veces. Con el uso que el poeta le da al infinitivo, pretende darle al poema un valor universal. Aunque sabemos que Lope habla de sí mismo, a través del infinitivo, pretende no limitar el sufrimiento a su experiencia, sino convertirlo en el pesar de cualquier lector. Este uso de la la forma verbal, nos dice que el poeta quiere abrir su realidad y experiencia para que esta sea la propia de todos.
El segundo
cuarteto se abre con el verbo «arder», formando un símil con el segundo
elemento de la comparación, que será, «vela». Entendemos que ese verbo muestra
un doble sentido. Si por un lado alude al amor como posibilidad de ser vivido,
también alude a la idea de agotarse, es decir, de la finitud de la «vela». No
se trata de una hoguera ni de una llama, sino de lo mortecino y mínimo, del
presente, que implica la llama menuda de una vela.
La idea que
encierra el verso sexto, «haciendo torres sobre tierna arena», da fe de las
pocas esperanzas que mantiene el poeta en su relación amorosa. Se deduce que,
por su parte, el amor vive, pero sin esperanzas de futuro, pues construir sobre
una base inestable no augura la seguridad de un basamento estable.
Sobre los
versos 7 y 8, valga decir que muestran la contradicción propia del Barroco, que
en parte juega con cierto conceptismo propio de la poesía de cancionero. Dice
el poeta:
«caer de un cielo, y ser demonio en pena
y de serlo jamás arrepentirse».
La imagen que percibimos es la
de un ser que sufre, que partiendo de la grandeza del ángel, acaba en lo contrario,
en un demonio. Para ello, Lope se vale de otra alusión, aquí la alusión es a la
Biblia, en clara referencia a Luzbel. Y el cuarteto se cierra en esa idea
barroca de asumir el dolor de la no correspondencia amorosa, pero aun así, no
cejar en vivir la contradicción, pues dejar de sufrir sería dejar de amar, lo cual se alejaría de la voluntad del poeta.
Llegados al primer terceto, se
mantiene el recurso de los elementos encontrados: «hablar» y «mudas», «fe» y «paciencia», «temporal» y «eterno». Se
trata de tres antítesis que siguen reforzando la idea del vaivén interior del
poeta. La primera antítesis nos lleva a situarnos ante un ser abandonado,
próximo a la irracionalidad, pues nos está diciendo que habla solo. En el verso
décimo trata de desesperanza, de ya no creer en la recuperación de la armonía
perdida, y es por ello que pide la paciencia que ha perdido, para avivar la fe.
En cuanto a la tercera antítesis, el poeta, sabedor de la brevedad del amor,
aun así, no admitiéndolo, persevera y anota el adjetivo «eterno», más como un
deseo que como una realidad. Por otro lado, este verso 11 también podría ser
interpretado en relación a la subjetividad, es decir, el valorar como eterno,
no solo sus deseos en este amor, sino que se refiera al intenso dolor que
siente, con lo cual se mostraría una valoración hiperbólica.
La
confusión del poeta también se percibe en la estructura bimembre del verso 12:
«creer sospechas y negar verdades». Tanto su estructura como la antítesis del
verso nos hablan de un personaje que alimenta su esperanza en lo irreal, pues
cree más en lo que no es, que en lo palmario.
Los versos trece y catorce
provocan un giro en el poema. Hasta aquí los versos persistían en mostrar al poeta presa de los conflictos del
amor. Esa situación se describía, básicamente, con el contraste que generaban los
elementos opuestos; sin embargo, en estos últimos versos, Lope concreta su
dolencia por lo que podría parecer consecuencia de la no correspondencia
amorosa. Ahora conocemos el origen, que no es otro que la ausencia de ella. Son
tres las expresiones que nos presenta Lope: «ausencia», «fuego en el alma» e
«infierno». Todo lo doloroso de los elementos que hemos visto diseminados a lo
largo de los cuartetos y el primer terceto se recogen, significativamente, en
el último término del poema, en «infierno». En el vocablo infierno, pretende el
poeta, así como nuestra cultura, reunir dolor, pena y un sinfín de palabras
todas ellas de connotaciones negativas; pues se trata del sumun del sufrimiento.
A lo largo de la composición, el dolor se ha manifestado en varias ocasiones en
términos asociados al fuego: «arder» y «vela», para el verso quinto; «demonio»,
en el octavo; «fuego» e «infierno» para el último verso. Así, el poema
aprovecha la iconografía cultural, concretamente, la religiosa.
Las circunstancias llevan a
consecuencias mayores. Sabemos que Lope será desterrado de la corte, con lo
cual el alejamiento de Elena es evidente. Podemos decir que en ausencia de
ella, el poeta compone estos versos.
Conclusión
Como es habitual en la obra de Lope, versos y realidad
quedan fundidos. La ausencia de la amada lleva al poeta a crear una composición
en la que a través de los elementos contrarios nos aproxima su estado. La
tensión del poema se mantiene hasta que llegamos al final, donde comprendemos
que toda la exposición de los 12 primeros versos preparaban el clímax del
poema. El léxico sigue un registro poco elaborado, pero no por ello pobre. El
conceptismo barroco arropa la idea del sufrimiento y la de persistir en el tormento
amoroso. Ese dolor se ha representado en una serie de recursos que aportan la
idea de un alma compleja.
Webgrafía
Gracias a esto aprobaremos :)
ResponderEliminarOjalá sea así. Gracias, Núria.
ResponderEliminarkudfy,lijyfludyifjh
EliminarHola,
ResponderEliminar¿En dónde se intuye en el poema que la aflicción es por un ser amado?
Lo que mi me induce a pensar es en la pérdida de la virtud.
Gracias por tu opinión, Ágata.
ResponderEliminarGenial...se intuye que sufre por un ser amado cuando expresa "r con alma ajena" genial la imagen que hace el poeta. Es uno de mis sonetos favoritos. Gracias
ResponderEliminarGracias, he aprendido much sobre el tema.
ResponderEliminarme encanta, es estar en al sombra de la vida, con una pequeña luz de espaeranza y sentir que todo se ha perdido, hasta la misma fe.
ResponderEliminarxd
ResponderEliminarxd
ResponderEliminarLos sinsabores del amor más bien
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