Lope
de Vega
Soneto CLXXXVIII (1609)[1]
Suelta
mi manso[2],
mayoral extraño,
Pues
otro tienes tú de igual decoro:
Suelta
la prenda que en el alma adoro,
Perdida
por tu bien y por mi daño.
Ponle
su esquila de labrado estaño,
Y no
le engañen tus collares de oro:
Toma
en albricias[3]
este blanco toro
Que
a las primeras yerbas cumple un año.
Si
pides señas, tiene el vellocino[4]
Pardo,
encrespado, y los ojuelos tiene
Como
durmiendo en regalado sueño.
Si
piensas que no soy su dueño,Alcino[5],
Suelta,
y verásle si a mi choza viene;
Que
aún tienen sal las manos de su dueño.
Contextualización
Vida y literatura.
Elena Osorio
Literatura pastoril
Léxico
Introducción
El autor del poema es Lope de Vega (Madrid,
25 de noviembre de 1562-27 de agosto de 1635). El texto aparece publicado en Rimas
(1609). Se trata de una composición escrita hacia finales del siglo XVI. Nos
encontramos ante una composición de carácter amoroso. Se trata de unos versos
que son una alegoría de la vida de Lope. A través de una recreación de la
literatura pastoril, el poeta cuenta su experiencia particular.
Tema
La reclamación de la amada, por parte de Lope, al nuevo
amante de la mujer.
Estructura externa
La presente composición es un soneto cuya estructura métrica
es la habitual, es decir, ABBA, ABBA, para los cuartetos y, en este caso, CDE/
CDE, para los tercetos; siempre con rima consonante en todos los endecasílabos.
Estructura interna
El soneto tiene tres partes. La primera la abarcaría el primer cuarteto. En esta estrofa el poeta exige con un imperativo que el receptor de
los versos deje en libertad al «manso», pues parece que le pertenece a quien habla. En la
segunda parte, entramos en el segundo cuarteto con otra forma verbal en imperativo, en la misma intención que en el anterior cuarteto. El cambio respecto al primero lo encontraríamos en la propuesta del poeta al «mayoral»: cambiar el manso por un toro, y que al manso le devuelva la esquila, como signo de normalidad. En esta segunda parte, a pesar de los imperativos, observamos que la intensidad, o la exigencia, se ha rebajado. Ya en los tercetos se encuentra la
tercera parte: las pruebas de a quién pertenece el manso.
Análisis
El soneto cuenta el desencuentro amoroso entre Lope de Vega
y Elena Osorio. Como ya habíamos visto en el romance «Mira, Zaide, que te
aviso», una vez más el poeta cuenta sus cuitas amorosas en sus versos. En esta
ocasión, alegóricamente, se trasluce el hecho de que Elena Osorio ya no está
con él, sino con Francisco Perrenot de Granvela, sobrino del cardenal,
pero aun así, él intenta recuperarla.
Todo el
poema es un apóstrofe dirigido a Granvela, con quien está Elena en estos
momento, y a quien se llama en el poema «mayoral extraño». Si el antagonista se
esconde detrás de la alegoría, no menos tenemos para la dama, quien es llamada
«manso», es decir, un carnero.
«En
nuestros sonetos[6]ese
animal es un carnero que por sus hábitos familiares y domésticos se califica de
manso. Covarrubias en el Tesoro da una explicación etimológica de
la palabra: el manso del lat. Mansus, así se llama amanu porque acepta comer de la misma
mano de su dueño».[7]
En los primeros versos, decíamos, destaca la
presencia del imperativo: «Suelta», en los versos 1, 3 y, más adelante en el
verso 13, constituyendo un anáfora que aporta, no solo insistencia, sino una
orden dirigida al mayoral, que se repite. Valga decir que nos encontramos en el
primer verso la presencia del poeta, que se mantendrá a lo largo de todo el
poema.
Cuando leemos el segundo verso: «Pues
otro tienes tú de igual decoro», entendemos que, de la misma manera que Elena
está casada, concretamente con Cristóbal Calderón, Granvela también lo estará con otra dama.
La alegoría y la metáfora se
funden. Si primero fue «manso» para
referirse a la dama, ahora, en el verso 3 será «prenda», alejándonos de lo
sentimental para acercarnos al objeto de cierto valor, con lo cual se
deshumaniza la amada que esconde el término.
Acaba el primer cuarteto con una
antítesis, próxima a la estructura bimembre, que sintetiza la situación
ocasionada por el abandono que sufre el poeta por parte de la mujer. Leemos:
«Perdida por tu bien y por mi daño».
Como
sucedía en el primer cuarteto, en el segundo también nos encontramos con los
imperativos en los versos impares: «Ponle» (v.5) y «toma», (v.7), a los que
podríamos sumar la forma «no le engañen», de subjuntivo con valor de
imperativo.
En los dos primeros versos del
segundo cuarteto observamos una antítesis que pretende demostrar que el
abandono que sufre el poeta se debe a la inferioridad material y social en la que se
encuentra, respecto a su oponente. Como si los valores metafóricos utilizados
hasta el momento cediesen su espacio al plano real. Dicen los versos:
«Ponle
su esquila de labrado estaño,
Decíamos
arriba que la alegoría lleva al poeta a contar con lo material. No se trata de
la deshumanización de Elena Osorio, sino de destacar el léxico mercantilista
que está en consonancia con la alegoría del poema. Observamos que la dama se ha
convertido en algo mesurable. Si se hablaba de «prenda», si se hablaba de
«collares de oro», ahora se ofrece un toro a cambio («blanco toro»).
El primer
terceto tiene un carácter descriptivo. Se trata de la prosopografía del manso.
Apreciamos la forma afectiva en la palabra «ojuelos», lo cual llama la atención
por ser, tal vez, el único término, más o menos, amoroso en todo el poema.
Llegados a
este punto, hemos observado que en tres ocasiones el autor ha antepuesto el
adjetivo al sustantivo; como se ha visto en los versos 5, 7 y 11:«labrado
estaño», «blanco toro» y «regalado sueño». Con ello, el poeta trata de resaltar
la cualidad de lo representado a través del sustantivo.
Los dos tercetos empiezan de la
misma manera, es decir, con la conjunción condicional «Si». En ambos casos la
condición que presentan las conjunciones incide en el intento de demostrar la
posesión del manso. Es en el segundo cuando por primera vez tenemos
conocimiento de a quién se dirige el poeta. Como se trata de una recreación de
la literatura pastoril, nada más apropiado que el nombre de «Alcino», de
grandes resonancias en la literatura renacentista española. Es el último verso
el que aporta, posiblemente, la prueba, no solo que pudiese demostrar que el
manso le pertenece al poeta, sino la prueba de la relación directa con el
manso. El hecho de que en las manos del poeta todavía haya restos de sal
sugiere unos cuidados rayanos a lo afectivo, trasunto de la relación entre el poeta y su amada, así como lo reciente que todavía resulta la pérdida del manso.
Mediante un apóstrofe dirigido a Alcino, Lope ha sabido
crear una alegoría para mostrarnos su amor hacia una dama que no es otra que
Elena Osorio. Detrás de los personajes del poema sabemos que se esconden
personas reales, así como una vivencia verdadera. El poeta aprovecha los gustos
literarios de la época para situarnos en la estética pastoril, como si, tanto
él como Alcino, fuesen pastores que viviesen sus experiencias amorosas en la
naturaleza.
El léxico utilizado por el poeta
es sencillo y adecuado para los personajes que participan de la historia que se
nos cuenta.
Podemos decir que el poema
empieza con toda la fuerza del apóstrofe, pero que alcanza su clímax en el
último verso, por lo tanto, se trata de un poema de estructura ascendente.
Webgrafía
[1]
Fecha de edición de Rimas. Parece ser
que fue a partir de 1587 cuando Elena Osorio entabla una relación con Francisco
Perrenot Granvela.
[2]Carnero.
[3]
Obsequio.
[4]
La lana de algunos animales.
[5]
Pastor de la Égloga III de Garcilaso de la Vega.
[6]
Recordemos que son tres sonetos en los que Lope habla del manso refiriéndose a Elena Osorio.
[7]Teoría de mansos: un triple soneto de Lope
de Vega. Mauticio Molho. Universidad de París. Bulletin Hispanique Année,
1991.Volume 93.Numéro, 1, pp. 135-155.
De gran ayuda muy bién explicado, muchas gracias!
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