Lope de Vega (1562-1635)
[1]¿Qué
tengo yo, que mi amistad procuras?
¿Qué interés se te sigue, Jesús mío,
que a mi puerta, cubierto de rocío,
pasas las noches del invierno oscuras?
¿Qué interés se te sigue, Jesús mío,
que a mi puerta, cubierto de rocío,
pasas las noches del invierno oscuras?
¡Oh, cuánto fueron mis
entrañas duras,
pues no te abrí! ¡Qué extraño desvarío,
si de mi ingratitud el hielo frío
secó las llagas de tus plantas puras!
pues no te abrí! ¡Qué extraño desvarío,
si de mi ingratitud el hielo frío
secó las llagas de tus plantas puras!
¡Cuántas veces el Ángel me decía:
«Alma, asómate ahora a la ventana,
verás con cuánto amor llamar porfía»!
«Alma, asómate ahora a la ventana,
verás con cuánto amor llamar porfía»!
¡Y cuántas, hermosura soberana,
«Mañana le abriremos», respondía,
para lo mismo responder mañana!
«Mañana le abriremos», respondía,
para lo mismo responder mañana!
Introducción
El autor del poema es Lope de Vega. Se trata de un
poema de madurez, alejado ya de correrías y aventuras amorosas. La composición,
temporal y poéticamente hablando, se adentra en el Barroco. La reflexión
religiosa, como parte de la reflexión moral del momento, también tiene su
representación en la poesía del XVII[2]. El
tratamiento temático, el no atender a la llamada interior, ya aparecía en San
Agustín, en Confesiones VIII, 12, así
como en otros versos del libro Rimas
sacras.
Tema
Dentro del tema religioso, se podría decir que la
composición muestra el arrepentimiento del poeta por toda una vida en la que
desantendió la voz de Jesús.
Estructura
externa
Los versos forman un soneto al uso; es decir, con la
estructura ABBA para los cuartetos y, en este caso, para los tercetos, CDC,
DCD, con la rima consonante para todos los endecasílabos.
Estructura
interna
El poema se puede dividir en tres partes. La primera
se acotaría al primer cuarteto. Aquí, con dos interrogaciones retóricas, el
poeta inquiere a Jesús sobre el interés de este hacia él. En el segundo terceto
nos encontramos la segunda parte. En esta, mediante una exclamación retórica,
Lope admite su alejamiento, en otro tiempo, de la palabra de Jesús. La tercera
parte del poema queda delimitada a los tercetos, donde se entabla un diálogo
entre el poeta y el Ángel de la guarda.
Análisis
Como decíamos arriba, el soneto se abre con una
interrogación retórica, que no deja de ser un apóstrofe, que abarcará los dos
cuartetos, dirigido a Jesús. La presencia del poeta se encuentra ya en el
primer verso: «¿Qué tengo yo, que mi amistad procuras?»; así, también podemos
decir que el receptor de las palabras se reconoce en el segundo verso: «¿Qué
interés se te sigue, Jesús mío». Los dos últimos versos del cuarteto pretenden
crear una imagen plástica conmovedora. Para ello el autor se vale de
expresiones como: «cubierto de rocío» y «las noches del invierno oscuras». El
frío y la oscuridad aumentan el desprecio que Lope mostró por la voz interior
que lo llamaba a tomar un camino más piadoso. Entre los recursos que el poeta
utiliza, valga destacar, además de las interrogaciones, el hipérbaton, «pasas
las noches del invierno oscuras», que se refuerza con la presencia del epíteto «noches
(…) oscuras» (v. 4). Todo el sentido del cuarteto se sintetiza en una
plasticidad que bien podría recogerse en la iconografía del Barroco, bien en la
pintura o en la imaginería que decoran las iglesia y los pasos de las
procesiones, para destacar el dolor que, aquí, el poeta con su distanciamiento,
está causando en lo más humano (y por ello próximo a Lope) de la imagen de
Jesús.
Llegados
ya al segundo cuarteto, debemos recordar que lo abarca toda una exclamación
retórica. Es aquí donde el poeta muestra el arrepentimiento, con toda la
intensidad que remarcan los signos de admiración. El autor, además, se acusa
del dolor que pudo causar en el Jesús hombre. Lope muestra el resultado de su
propio juicio y debido a esa valoración, utilizando la sinécdoque, habla de «mis
entrañas duras». Destacan en la estrofa una serie de epítetos con la intención
de mostrar lo inmisericorde de la actitud del Lope descarriado. Leemos: «entrañas
duras», «extraño desvarío» y «hielo frío». Esta adjetivación contrasta con la
que el autor dedica a Jesús: «tus plantas puras». De esta manera, asistimos a
la antítesis, que busca crear el contraste entre la bondad de Jesús y la
actitud del poeta.
A
partir del verso nueve, el poema da un giro considerable. Pasa de la reflexión
al diálogo, aunque tanto los cuartetos como los tercetos incidirán en el
remordimiento por el mucho dolor que Lope, como decíamos, ha causado durante su
trayectoria vital a Jesús. En los tercetos, a pesar de que la imagen de Jesús siempre
esté presente, el diálogo se entabla entre el alma del autor y el Ángel de la
guarda. Se mantiene en los dos tercetos la intensidad propia de la exclamación;
es decir, se mantiene la intensidad a través, como habíamos anotado, de los
signos de admiración. Así, parece que el sufrimiento (también el
arrepentimiento) que el poeta causó al hijo de Dios va in crescendo. En esa
misma línea, es fundamental destacar que
el Ángel no se dirige a la persona física, sino al alma, con lo cual, el poema
sube algunos grados más en el tono y en la intensidad de las emociones que siente
el autor. En realidad, Lope está pensando en que su vida no le está facilitando
el camino hacia las puertas del cielo y es por eso que aquí, en su palinodia,
busca allanarlo y va más allá de los intereses mundanos, va hasta los intereses
espirituales y ello se aprecia también en el léxico. Sabemos que la misión de
la cristiandad y de sus representantes, humanos y no humanos, es la de salvar
almas. También sabemos que un ser humano, en términos celestiales, es un
equivalente a un alma. Aun así, este aspecto parece aproximar al poeta ante un
tribunal. De hecho, el alejamiento de la juventud hace a Lope prepararse para
la otra vida, de ahí que ya no se muestra el poeta con la corporeidad y
sensualidad humanas de otros versos, sino en la inmaterialidad de un alma, tal
como se pone en boca del Ángel el vocablo. La escena nos aporta visos de
momentos venideros y decisivos, como el previo o, incluso, en el mismo momento
de ser juzgado por el último tribunal.
En
el primer terceto interviene el Ángel. El recurso estilístico más destacado lo
tenemos en el verso 11: «verás con cuánto amor llamar porfía». Observamos que a
la expresión de Lope le falta, en términos alejados de la poesía, cuando menos,
una preposición. Sus palabras, trasladadas a otra sintaxis, podrían ser: verás con cuanto amor porfía en
llamar.
Un
aspecto relevante encontramos en la figura de Jesús, emisor de la llamada, que
se aproxima al nivel más humano. Para ello se le dota de una capacidad infinita
de sufrimiento, como ya conocíamos por
la Biblia, y es que no bastó la mala vida del poeta ni el desprecio o la
inclemencia climática, para que él abandonase la espera, pues siempre confiaba
en la retractación.
Alcanzado
el segundo terceto, dos son los momentos destacados en los versos. El primero
aparece en el verso 12, donde está presente el vocativo que alude a Dios con el
sintagma «hermosura soberana». Son dos palabras que sintetizan los valores de
Dios. La primera apunta a conceptos que entroncan con el Neoplatonismo, que
entiende que la máxima belleza es la de Dios, «hermosura»; el segundo, encierra
el concepto de poder, de ahí el término «soberana», que sitúa a Dios en lo más
elevado de las jerarquías posibles. El segundo momento destacado se aprecia en
los versos 13 y 14, que es donde encontramos un quiasmo que cierra la
composición con un auténtico broche conceptual. Leemos:
«Mañana le
abriremos», respondía,
para lo mismo
responder mañana!»
La
estructura en equis se percibe en la repetición del adverbio «mañana» y de la
derivación «respondía» y «responder». Para los adverbios, además de los
aspectos significativos que podemos encontrar, hemos de añadir que crean una
rima interna en «ana», y es así como con esa breve intensificación de la rima,
se añade una nota más de énfasis en el soneto, es decir, que la anotada rima,
en su aspecto formal, resulta eficaz también para el contenido.
Conclusión
Nos encontramos ante un Lope maduro, arrepentido por
no haberse detenido en el pasado a escuchar la voz de Jesús. El poema se ajusta
a la temática religiosa propia del Barroco, al tiempo que surge también por la
reflexión personal y humana, más allá de estéticas y movimientos. En cuanto a
los recursos destacados, podemos decir que apuntan a preparar el final, pues la
estructura es notablemente ascendente. Son el quiasmo y el diálogo, entablado
entre el alma y el Ángel, los recursos que Lope emplea para que los versos
alcancen la máxima intensidad poética.
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ResponderEliminarBuscaba una explicación para el verso "verás con cuánto amor llamar porfía". La he encontrado!
ResponderEliminarMuchas gracias por este análisis :)
Esta bastante bien y tiene lo que yo buscaba que es el tema de la obra.
ResponderEliminarYa puedo entregar el análisis de este poema, gracias!
ResponderEliminarQue clase de rima tiene el poema ?
ResponderEliminarTal como se dice en el comentario, la rima es consonante.
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