Ediciones Contrabando
ISBN: 978-84-121010-8-9
Pp: 180
PVP: 15€
Pp: 180
PVP: 15€
VIDA PARA HUIR DE LA VIDA
Necesito una isla grande es la última novela de Rafael Soler. Se trata de un título que no pretende ofrecer pistas al lector, quizá alguna sugerencia poco concreta para quien con él se mire cara a cara. Mejor, mucho mejor, porque será al acabar la lectura cuando seremos capaces de completar el sentido y reorganizar las evocaciones previas.
Subido a la última entrega de Rafael, la vista es amplia y ondulante; tanto como en su novela anterior, El último gin-tonic. En esta destacaba, entre otros elementos fundamentales, una historia bien trabada y contada con la justa exactitud de quien sabe que una palabra de más en una descripción, en un diálogo o en esos momentos en los que la acción progresa, puede desbordar el recipiente. Llegados a esta isla, el autor mantiene el mismo pulso, hasta conducirnos a la última escena. En definitiva, si algo no aparece en el texto es porque no era necesario.
En la nueva novela, la omnisciencia de la tercera persona narrativa nos muestra a unos personajes humanizados por su pasado y por su presente. Se habla, sin decir (que en literatura es la mejor manera de contar), del último intento por burlar el peso inexorable de los días; o sea, burlar a la parca que llevamos cosida a nuestras sombras. Los personajes saben qué les va a suceder, pero han de acercarse a ese abismo. ¿No son, acaso, los intentos desesperados una muestra más de lo que solemos llamar humano?
Habiéndome dejado transportar por las páginas de la obra, entiendo que en ningún caso el texto se detiene en una anécdota ni en conducir los acontecimientos al servicio de un clímax técnicamente alimentado. Aquí los acontecimientos brotan de forma natural; es más, los actos de los personajes son un salto al vacío para huir de un vacío mayor: vida para huir de la vida. Es así, pues los personajes pertenecen al mundo de los héroes invisibles cuya épica está en la pura existencia. Permitidme que no revele los momentos que ha de disfrutar el lector.
Habiéndome dejado transportar por las páginas de la obra, entiendo que en ningún caso el texto se detiene en una anécdota ni en conducir los acontecimientos al servicio de un clímax técnicamente alimentado. Aquí los acontecimientos brotan de forma natural; es más, los actos de los personajes son un salto al vacío para huir de un vacío mayor: vida para huir de la vida. Es así, pues los personajes pertenecen al mundo de los héroes invisibles cuya épica está en la pura existencia. Permitidme que no revele los momentos que ha de disfrutar el lector.
Quisiera añadir que la novela también despierta una plasticidad fílmica que roza al mismo guion cinematográfico; si así es en la participación coral de los personajes, también lo es en los diálogos: concisos a la vez que significativos, que empujan con la intención de que la trama avance.
Rafael Soler, en realidad, nos cuenta dos historias que se entrecruzan sin entorpecerse. Por un lado, la de los ancianos Panocha, Rocky, Coronel, Carmina y Tomás, que, tras obtener un premio económico en un sorteo, deciden abandonar la residencia y salir a quemar el mundo; por otro, la de Julián, hijo de Tomás, quien vive una dura sequía creativa como guionista radiofónico y necesita un terremoto vital que le ordene el mundo.
Cuando imagino al autor en plena efervescencia creativa, lo veo en la tarea de orientarse sobre el terreno, de buscar los puntos cardinales que necesitarán sus personajes. Lo veo mirando al cielo y después consultando su brújula y, una vez más, llegando al único destino, en este caso a una isla bien grande.
Para acabar mi breve reseña, quiero recordar que a Rafael Soler lo esperábamos en Barcelona el 31 de marzo; sin embargo, los acontecimientos que nos han obligado a confinarnos en casa también han provocado el aplazamiento de la presentación. Una vez superada esta etapa, habrá nueva fecha y estoy convencido de que lo veremos y de que vamos a seguir conversando en esos remansos que nos proporciona la literatura. Vale.
Rafael Soler, en realidad, nos cuenta dos historias que se entrecruzan sin entorpecerse. Por un lado, la de los ancianos Panocha, Rocky, Coronel, Carmina y Tomás, que, tras obtener un premio económico en un sorteo, deciden abandonar la residencia y salir a quemar el mundo; por otro, la de Julián, hijo de Tomás, quien vive una dura sequía creativa como guionista radiofónico y necesita un terremoto vital que le ordene el mundo.
Cuando imagino al autor en plena efervescencia creativa, lo veo en la tarea de orientarse sobre el terreno, de buscar los puntos cardinales que necesitarán sus personajes. Lo veo mirando al cielo y después consultando su brújula y, una vez más, llegando al único destino, en este caso a una isla bien grande.
Para acabar mi breve reseña, quiero recordar que a Rafael Soler lo esperábamos en Barcelona el 31 de marzo; sin embargo, los acontecimientos que nos han obligado a confinarnos en casa también han provocado el aplazamiento de la presentación. Una vez superada esta etapa, habrá nueva fecha y estoy convencido de que lo veremos y de que vamos a seguir conversando en esos remansos que nos proporciona la literatura. Vale.
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