Cada año, al acercarse el Día del
Libro, para algunos empieza un pequeño ritual. En mi caso, desde que empecé a
publicar, en ese ritual conjugo mis necesidades como autor y como lector, y
siempre con la esperanza de sumar lo que los lectores aporten en el encuentro
con alguno de mis títulos. Esa es la combinación tan esperada e incluso soñada.
Este año, el dichoso virus nos ha empujado al confinamiento, pero no a perder el ritual inherente a la gran fiesta. Como en años anteriores, hubiese esperado a que los hipotéticos lectores se acercasen hasta el puesto y ellos y yo hubiésemos intentado abarcar el universo inabarcable de las lecturas.
Este año, el dichoso virus nos ha empujado al confinamiento, pero no a perder el ritual inherente a la gran fiesta. Como en años anteriores, hubiese esperado a que los hipotéticos lectores se acercasen hasta el puesto y ellos y yo hubiésemos intentado abarcar el universo inabarcable de las lecturas.
La novela Tiza sería
el libro veterano. A su lado, otra novela, Las zonas frías del
Sol y, a continuación, dos obras de teatro, la primera vez que
presentaría textos teatrales: La danza de la lluvia y Locus
amoenus, ambas obras galardonadas, la primera con el Premio
Internacional Casa de Teatro y, la segunda, con el Premio FATEX.
Os dejo algunas líneas sobre cada
una de las cuatro obras que se han quedado en casa en este malogrado Día del
Libro.
Tiza es una
novela rotundamente desmitificadora. Entre los muchos aspectos presentes en
ella, destaca un profesor desencantado con su trabajo, alejado de repetidos
tópicos manidos en el mundo de la enseñanza. A su
protagonista le provocarían salpullido referencias cinematográficas presentes
en Rebelión en las aulas o en El club de los poetas
muertos, por citar ejemplos conocidos. Tiza tampoco
pretende demandar alabanzas hacia el profesor ni denunciar la falta de
reconocimiento social, como pudiera interpretarse de la obra de Frank McCourt (El profesor),
ni reafirmar las supuestas fórmulas sabias de El arte de
enseñar de Pennac. El profesor de la obra de Tiza sabe que
no está dotado de la varita mágica que transforma los problemas en pura
armonía; ni siquiera lo pretende.
Esta novela transciende del ámbito
cerrado de la enseñanza y recorre los caminos que se camuflan en la figura
socialmente positiva del docente. El profesor de Tiza reclama
su derecho a no tener vocación, a tener una vida no tan ejemplar, a ser
imperfecto. Y siempre, sin perder de vista el humor ácido que envuelve los
acontecimientos.
En Las zonas frías del Sol, la acción transcurre en una
Barcelona casi real, básicamente, en un supuesto hotel de lujo, llamado Hotel
Manila. El jefe de botones, Andrés, motejado como el Ratón, facilita que
aquellos puedan fisgar la vida privada de los huéspedes, a
cambio de cierta cantidad económica. Uno de los momentos más esperados para el negocio del Ratón sucede con la llegada de una cantante de moda, Raquel Plus, por la
cual, Roberto, otro de los botones, siente una atracción especial. Estas
circunstancias se entrelazan con la trayectoria de los personajes: la del
recepcionista homosexual, que ha mantenido relaciones con el Ratón, a cambio de
una promesa que algún día aquel tendrá que cumplir; con la de Pedro, quien vive
la contradicción entre la palabra de los testigos de Jehová y su visión del
mundo, sin obviar la de la huésped inglesa o la de la ilusionada Jennifer, que
aspira a ser cantante, así como la del personaje casi irracional, el Lobo.
Durante la última noche de hospedaje de R. Plus, Roberto tiene
la llave del cuarto de servicio para
desde allí, presenciar la intimidad de la cantante. En esa misma noche, el
desarrollo de las diferentes líneas
argumentales ha desembocado en un intento de suicidio, un crimen y un robo.
Roberto, por el capricho del azar, se ve inmerso en ese torbellino. En
definitiva, todas las historias no dejan de ser una constatación de la
casualidad por un lado y de la indolencia, por otro: ante la tesitura de
socorrer a un herido de muerte o fisgar en la vida de la cantante, ¿qué elige
Roberto? ¿Qué elegiríamos nosotros ante la tesitura de renunciar a un deseo al
alcance de la mano o socorrer a un necesitado? La novela combina momentos contundentes, aunque a
través de una fría ironía; por ello, podríamos considerar que se trata de una novela tragicómica.
En la narración se alterna
la tercera persona omnisciente, y la voz interior de Roberto, quien nos cuenta
su visión a través de la primera persona; de ese modo se le podrá contrastar
con el pensamiento de otros personajes y con los sucesos relacionados con
ellos. La novela acaba en un epílogo en el que también nos habla Roberto, una vez transcurrida esa concatenación
de incidentes.
La danza de la lluvia ganó el premio internacional Casa de Teatro,
celebrado en la República Dominicana.
Valentín García Pimentel, parado, ha sido llamado por la Wilson Corporation
SLPK, una multinacional tabaquera, para lo que él supone una entrevista de
trabajo. Irá respondiendo a las diferentes preguntas que le dicte una voz con
acento inglés de EE.UU., a la vez que deberá realizar una serie de pruebas que
se le pedirán, e incluso, cada vez que la voz lo considere oportuno, a Valentín
se le realizará una extracción de sangre que servirá para completar el estudio
que la compañía lleva a cabo. Todas las pruebas se combinan con fumar
determinados cigarrillos en experimentación. Cuando el protagonista desea
interrumpir el experimento: resulta que no puede salir. La voz le
propone que colabore a cambio de un incentivo que no se especifica en qué
consistirá. Valentín acepta y sigue adelante. Esta obra de teatro contemporáneo
parte de un hecho cotidiano para abarcar aspectos sociales y existenciales. El
humor nos acerca el personaje, si nos reímos de este, al poco nos arrepentimos
de haberlo hecho. Valentín no deja de ser un personaje que predica su honradez
desde la barra de un bar.
Locus amoenus es un monólogo
femenino que fue galardonado con el premio FATEX en 2005. Verónica sustituye
por un día a la secretaria del Presidente. En ese tiempo, cree que la vida le
ha ofrecido una oportunidad para dejar huella, por lo que en el poco tiempo del
que dispone como sustituta, debe esforzarse en dejar el recuerdo de su
presencia antes de volver a ser un personaje gris. Quisiera la mujer que el
Presidente se fijase en ella, así que realiza visibles cambios en el despacho.
Sumados a esos cambios, tal vez el más destacado sea el que se origina en ella
misma, lo cual significa para los espectadores la verdadera disección del
personaje, el desnudarse interiormente a través del análisis de ella misma.
Verónica es espontánea y
tremendamente positiva. En su inmersión, podemos creer que no llega a
profundidades perceptibles, es decir, que su mundo sea algo superficial; sin
embargo, podría ser que Verónica nade en la superficie después de haber
conocido el fondo.
Suerte, amigos.
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